Más


Con que regrese a cenar me alcanza y sobra.

Chamuscado




Quiero ser incienso, quemarme en humo y que luego me apaguen.


*Foto de Iván Castro, más en Flickr.

Aparición de María


– Van dos, faltan dos, espero sobrevivir
a la tercera y que la cuarta exista.



Por intercesión de Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe... ruego que este valle de lágrimas acabe o que se lleve la vida si así lo desea. Amén.

Me? Crying blood?


There it is.

That’s it exactly.

Come, follow me in fear through the darkest gloom.


-Hellsing vol. III

Recomendación



Gracias a Carlos, del blog Pájaros Descompuestos, me topé con una cosa tan curiosa, que aún no sé qué decir, primero me cagué de la risa, y luego leí más detenidamente, y me cagué más de la risa. Aquí les dejo la publicación del fragmento (completo) de la Peor Escena de Sexo en el blog Moleskine@Literario, de Iván Thays:

Gracias a la Revista Ñ puedo ofrecer, completa, la escena sexual de Las Benévolas de Jonathan Litell que ganó el Premio Peor Escena de Sexo, venciendo a dignos representantes como Nick Cave, Philip Roth, Amos Oz, Anthony Quinn, John Banville, Richard Milwar y Paul Theroux. Y dice así:

Su vulva estaba opuesta a mi cara. Los pequeños labios se salían levemente de la carne pálida y convexa. Su sexo me miraba, me espiaba cómo la cabeza de un Gorgón, cómo un cíclope quieto cuyo ojo nunca parpadea. Poco a poco la mirada me penetró hasta la médula. Mi respiración se aceleró y estiré mi mano para esconderla: yo ya no lo podía verla pero ella todavía me veía a mí, y me desnudó completamente (aunque ya estaba desnudo). Si solo pudiera endurecerme nuevamente, pensé, y usar mi miembro como un estaca endurecida por el fuego y rendir ciega a esta Polifemus que me convertía en un Nadie. Pero mi pija se mantenía inerte y yo parecía estar convertido a piedra. Estiré mi brazo y enterré mi dedo mayor dentro de este ojo sin límite. Las caderas se movieron levemente, pero eso fue todo. Lejos de lanzarlo, todo lo contrario, lo había abierto aun más, liberando la mirada del ojo escondido. Entonces tuve una idea: saqué mi dedo y arrastrándome con mis antebrazos empuje mi frente contra esta vulva, presionando mi cicatriz contra el hoyo. Ahora era yo que miraba hacía adentro, descubriendo las profundidades de este cuerpo con mi radiante tercer ojo mientras que su tercer ojo irradiaba y nos quedamos mutuamente ciegos: sin moverme, acabé en un inmenso chapoteo de luz blanca mientras que ella gritaba: "¿Qué estas haciendo? ¿Qué estas haciendo? Y me reí en voz alta –la esperma aun desparramándose de mi pene, alegremente- y mordí fuertemente su vulva para tragármela entera y mis ojos por fin se abrieron, claros, y ví todo.


Agapanthoideae



María


Hoy estaba haciendo unos trabajos de traducción en Café León, junto a una taza de capuchino/latte; sí, pocos saben la diferencia entre uno y otro. Tenía la compu enfrente y unos papeles alrededor, nada del otro mundo, un calor inmenso hacía esta tarde. De la nada, a medio sorbo de café, recibo un correo de Alejandro. Asunto: carta. Detuve toda la maquinaria inglés/español de mi cabeza y decidí leerlo, llevaba tiempo de no saber de aquel.

Me comentaba de su nuevo hijo, acababan de decirle que sería papá, y lo contento que estaba.

Yo tomé lentamente la taza y el vidrio caliente quemó mi mano, la dejé ahí, para recordarme que seguía respirando. Una tristeza inmensa llenó el salón de piso ajedrezado.

Guardé los papeles, apagué la máquina. Salí preguntándome por qué me sentía así, yo que nunca he pensado en niños, en hijos, en hermosas niñas de colitas y vestidos, en el olor de los bebés, tan puro, tan impasible y tan narcótico.

Pensé en ella, en María, en un hijo nuestro, con sus ojos de avellana y mi nariz chata, gordito, hermoso, dormido mientras ambos le leemos cuentos, y le contamos de nuestros viajes y de nuestras locuras, solamente quererlo todo.

Regresé caminando a mi casa, pensando en lo preciosa que sería una hija de María.

Entré y la vi sentada, estaba redactando unas cosas y restregaba sus ojos cansados, ella me vio e instintivamente supo que andaba jodido. La abracé y ella apretó su pequeño cuerpo contra mi pecho, lloré, mis lágrimas cayeron a sus hombros, acariciaba mi pelo. Me aparté y nos vimos lentamente a los ojos, ella cansada, con mil problemas a cuestas, y yo, pidiéndole que me amase con toda la furia del mundo, que me quisiese de esta manera desenfrenada.

Dormí soñando con nuestra hija hoy, abrazando a María, distendiendo el tiempo entre nosotros, sólo para que nos alcanzara y amarnos.

Liliaceae




La niña y su globo

Orchidaceae




Nicté