Vanas esperanzas


Tengo que salir, aunque sé que ellos me esperan afuera, sentados sobre la banqueta, abrigados porque el frío los está matando en cada día. Me da miedo, bastante miedo. Pero tengo que salir, tengo cosas importantes que hacer y sus miradas me lo impiden. Los veo desde adentro, entre las cortinas de encaje que ha colgado la señorita Pivaral, y la ventana. Por eso salgo tan temprano, pero ayer perdí el tiempo. Ya están todos afuera. Mejor abro la puerta y salgo corriendo, sí, eso. Jalo el gancho metálico y el estruendo es enorme, seguro ya dirigen sus miradas hacía acá. Me aventuro de todas formas y corro, atravieso la calle y no me fijo en los carros, es una suerte que no me atropellen. Camino rápido, me queman la espalda y la sombra sus miradas, tropiezo torpe contra el aire. Cruzo la esquina y gracias a Dios una camioneta llega al instante, me trepo y me siento, el chofer hace el alto y desde mi asiento los veo por el rabillo del ojo, ya me les perdí de vista. Casi no lo logro. Mi nombre es Beto, y esta es mi vida, la que quiero contar ahora.

Dos fantasmas en la casa


Alberto es el hombre más solitario que he conocido. La única vez que le vi a alguien, fue en el velorio de su madre. Lo recuerdo ahí sentado junto al féretro de madera de pino, leyendo en voz baja poemas a su madre. Nunca más le conocí a alguien más, y mucho menos lo vi leer algún libro después. Alberto sale en las mañanas, a eso de las cinco, antes de que despunte el sol. Siempre me pregunto a dónde irá, qué hará con todo el día, lo veo regresar hasta las nueve de la noche, siempre tratando de sonreír, aunque debajo de esa mueca hay un hombre que sabe a carne propia el dolor puro. No sé cómo lo sé, pero Aracely se siente igual, ambos lo vemos y es como si un fantasma se paseara frente a nosotros, casi transparente. He hablado con él, en un par de ocasiones, y es una conversación tan trivial, como sacada a la fuerza. Comentarios recalentados sobre asesinatos y robos y violaciones y demás, eso de lo que está compuesto nuestro diario vivir aquí en este país. Me causa algo de nostalgia, casi empatía. Quizá se enamoró de una patoja y no ha logrado que ella lo vea con los mismos ojos, esos de amor que usted carga todo el tiempo, una esperanza apenas vana, me dice Aracely. Sí, a lo mejor y Beto también está enamorado, como dos fantasmas en la misma casa, pienso mientras sorbo el café lleno de chingaste, alguien rompió el filtro de la cafetera. Los Beatles suenan en la radio lejanos y agónicos.



Lloro por Marcela, que quiere ser libre


Rosenberg es el Crisóstomo de nuestros días.

Elizabeth on the bath floor


2x2=4x2=8x2=16x2=32x2=64x2=128x2=256x2=512x2=1,024x2=2,048x2=
4,096x2=8,192x2=16,384x2=32,768 por dos es igual a mi ficción en lo iluso
de mis esperanzas más aterradoras.

Blood is the currency of the soul.

The daguerreotype of will.

The sucking of blood, the giving of blood.

This is what they mean.

How are you? Still alive?


Como el tormento de la gota, el año comienza otra vez.


Qué tus oportunidades, qué tus opciones.


Sólo viejos hábitos, y nuevos vicios.


Tus caricias. Mis caricias. Las caricias de todos.


Si fuera así de fácil, sólo comenzar el año.


Y quererte entre la sangre, dando vueltas por toda el alma...