Dos fantasmas en la casa


Alberto es el hombre más solitario que he conocido. La única vez que le vi a alguien, fue en el velorio de su madre. Lo recuerdo ahí sentado junto al féretro de madera de pino, leyendo en voz baja poemas a su madre. Nunca más le conocí a alguien más, y mucho menos lo vi leer algún libro después. Alberto sale en las mañanas, a eso de las cinco, antes de que despunte el sol. Siempre me pregunto a dónde irá, qué hará con todo el día, lo veo regresar hasta las nueve de la noche, siempre tratando de sonreír, aunque debajo de esa mueca hay un hombre que sabe a carne propia el dolor puro. No sé cómo lo sé, pero Aracely se siente igual, ambos lo vemos y es como si un fantasma se paseara frente a nosotros, casi transparente. He hablado con él, en un par de ocasiones, y es una conversación tan trivial, como sacada a la fuerza. Comentarios recalentados sobre asesinatos y robos y violaciones y demás, eso de lo que está compuesto nuestro diario vivir aquí en este país. Me causa algo de nostalgia, casi empatía. Quizá se enamoró de una patoja y no ha logrado que ella lo vea con los mismos ojos, esos de amor que usted carga todo el tiempo, una esperanza apenas vana, me dice Aracely. Sí, a lo mejor y Beto también está enamorado, como dos fantasmas en la misma casa, pienso mientras sorbo el café lleno de chingaste, alguien rompió el filtro de la cafetera. Los Beatles suenan en la radio lejanos y agónicos.



1 Response to Dos fantasmas en la casa

  1. Fantasmas que se repiten en cada esquina desolada por la desesperanza. Lindo.