César


A César lo conocí hace poco, cuando yo trabajaba para una compañía de educadores. Desde el primer contacto mostró una actitud de colaboración, se le dio comida, su espacio. Mientras devoraba su almuerzo, lanzaba al aire pequeñas miradas. Comió con mucha rapidez. Considero que César es un joven sano, con una estatura de 1.60 metros, tez morena, de esa quemada a fuego lento, unos ojos cafés. Su cabello es de un negro azabache, lacio, con una piel rajada del frío y unos labios desérticos. En su cuerpo se ven manchas de tierra y humo. Ese día vestía un sudadero de colores con líneas horizontales, y sus pies retenían unos tenis rojos y blancos. En la espalda sostenía una mochila negra, grande y llena de agujeros. Durante la entrevista me percaté que estaba bajo los efectos de solvente: su mirada vacía y esquiva lo delataba. En general es un joven bastante alegre, aunque no sé cómo demostrarlo. Durante la entrevista lloró unas cuantas veces. Fue obvio que contar su historia le resulta muy tormentoso. Durante todo el tiempo, me dijo que no quería ser internado en ningún lugar. A continuación la breve pincelada de sus veintiún años.


El 29 de agosto de 1989 nació César Augusto Monroy, en la ciudad de Guatemala. Su hogar era la Colonia El Amparo, zona 7, ciudad capital. Solía vivir con su mamá, hermanos y padrastro. Él es un joven de la calle, de 21 años. Siempre tuvo una relación constante con su familia, ya que en ocasiones regresa a su casa por unos dos meses de manera intermitente, lapso en el que su familia le apoya.


Desde la calle, César extraña a su familia, recuerda las horas que compartía con ellos en la mesa a la hora de comer, como cuando iba a la iglesia, esas cosas. Ahora sólo se ve en sus ojos un “los extraño”. Pero no todo son recuerdos agradables. César ha vivido de una manera muy dura, como cuando su padrastro lo agredía. O como cuando su abuela lo maltrataba a él y a su hermana. La abuela tenía un puesto en el mercado, donde debían los hermanos ayudarla a vender. Siempre les hacía cargar cajas de mucho peso, lo que le causó una hernia a su hermana.


César recuerda la primera vez que huyó de su casa. Contaba con siete años apenas; esto sucedió por el maltrato del que era víctima. Mi abuela es mala, me pegaba cachetadas o nos pegaba con la manguera. A ella sólo le interesa uno si tenés pisto.


Además, su permanencia en la calle se debió a la relación que tenía con una joven, la amaba, asegura él. Pero César la lastimó mucho, incluso la golpeó, por eso de los celos. Ella nunca lo perdonó y con el sentimiento de abandono se lanzó a las calles.


La primera vez que se fue de su casa, se instaló en la entrada del Hospital Roosevelt; comía, dormía y hacía sus necesidades ahí. Eso hasta que un señor le ofreció un trabajo de voceador de diarios, además le daba de comer los tres tiempos. Con una edad tan corta, la calle lo fue amoldando, le fue perdiendo miedo. Ahora, su mamá lo visita regularmente en la calle, trata de darle apoyo, le dice que salga de las calles, que deje las drogas. César sabe que quiere a su mamá y a sus hermanos, los hijos de su padrastro. Llora con calma cuando piensa en esto.


A veces se arrepiente de andar en las calles, le falta su familia, quiere abrazar a sus hermanos. Sabe que ya no quiere estar así, en la calle se sufre mucho: frío, hambre, golpizas por parte de los policías, todas esas angustias de sobrevivencia. Actualmente deambula por la Avenida Bolívar, come algo en los comedores solidarios que instaló el gobierno, duerme junto a sus “compañeros”, bajo las chamarras que le regalan ocasionalmente.


Lentamente aprendió a mendigar, asegura, para comer pide dinero, aunque asegura que si no pidiera con el “por favor”, no le darían nada. César distingue entre “le bien y el mal” dice, prefiere pedir a robar para comer o comprar drogas. Antes robaba, hasta que unos policías lo intentaron asesinar. Una vez iba con una chava en El Trébol, acabamos de robar pero la policía nos agarró y nos llevaron a una estación en Pamplona. Los policías intentaron violar a la chava, nos desnudaron para buscar el pisto que habíamos robado, a mí me querían matar. En ese entonces tenía diecinueve años. Pero como les dimos el dinero no nos pasó nada.


Todas las noches, César se reúne con sus amigos, con Israel, Carlos, William, Ernesto, Jasón, Miguel y Aura. Por el momento anda soltero, sin embargo el año pasado tuvo una pareja, con quien se mantuvo unos cuantos meses. Ambos vivían en la calle, ella había sido violada por su papá, ese daño no se repara con nada, a ella le gusta mucho andar con otros a la vez, por eso la dejé, porque no me convenía, piensa César.


Y aunque no se crea, sus amigos de la calle lo han apoyado bastante. Carlos El Elotero lo ha llevado a su casa, la mamá de Carlos lo quiere mucho, le da comida, un lugar donde dormir. Pero quienes más le han perjudicado en las calles han sido los mareros. Le pegan mucho. Y los policías, con el garrote le pegan aunque no esté haciendo más que estar en la calle, lo obligan a hacer ejercicios, lo maltrata. Hasta algunos peatones lo desprecian, lo insultan. La gente le grita que vaya a trabajar, pero César tampoco se deja, les responde que le den trabajo. Él dice que los insultos no le dañan, igual les responde.


César estudió un tiempo en la escuela, aunque ya no recuerda a qué grado llegó. Algunas veces ha trabajado, en lo que sea, pero sus afinidades son la carpintería, la construcción. Le gusta aprender de todo, asegura. En la Fundación El Castillo le enseñaron carpintería, manualidades, panadería. Ahora no ha ido a la fundación, no ha pedido apoyo, aunque sabe que se lo darían si lo pidiera. Al menos sus hermanos están aprendiendo algún oficio. Hubo un tiempo en que trabajaba en un depósito llevando producto a las tiendas. Otras veces ayudaba al pastor de una iglesia a vender huevos y jabón, ganaba unos doscientos quetzales a la semana. Con eso ayudaba a su familia, y se compraba algo de ropa, unos zapatos quizá. Pero las hijas del pastor se enteraron que consumía drogas, y comenzaron a llamarlo drogadicto. Con una sensación desabrida en el ego, César regresó a las calles después.


Ese “retorno” a las calles no le fue tan difícil como las primeras veces, se integró a un grupo de jóvenes de la calle. No tiene un lugar estable, vive el día a día, sin bañarse, a veces sin dormir, la mayoría sin comer algún bocado. Cuando no reúne los tres quetzales para comer en el comedor solidario, va a la Casa Central, donde Janeth le da algo de comer. La asociación Mojoca también lo ayuda de vez en cuando, los sábados les permiten bañarse, pero debe llegar cuatro sábados seguidos para que se lo permitan. Y cuando se enferma –constantemente padece de gripe– ha ido al Centro de Salud más cercano, pero muy pocas veces lo hace, prefiere dirigirse a Mojoca. César sabe que sin esa asociación estaría mucho peor.


Desde los nueves años César ha consumido drogas. Apenas recuerda que unos adultos le dieron marihuana y algo de solvente. Cuando consumía drogas miraba cosas bonitas, me sentía bien, y como me gustaban, me quedaba en la calle. Ahí encontraba esas cosas, dice. Él consigue las drogas en la zona tres, con unas personas que no viven en la calle, pero no puede decir quiénes son, no vaya a ser que le hagan algo por bocón. Ha intentado dejar las drogas en varias ocasiones, como cuando va a su casa. El último intento fue hace unos dos meses.


Cuando regresa a su casa trabaja, ayuda en el oficio, le gusta hacerlo porque su mamá lo acostumbró a lavar los trastes, a barrer. En su hogar vive, come, duerme con uno de sus hermanos pequeños porque él no tiene cama, si nunca llega a su casa. Es pequeña, con paredes de bloc, de un nivel, pero con espacio para todos. César sabe que no tiene nada de bueno estar en la calle, no se tiene nada en ese vacío tan vacuo de las avenidas.


César sabe que necesita salir de las calles, regresar con su familia, conseguir un trabajo. Quiere ropa, zapatos, cosas que tiene en su casa pero que no saca porque se las roban en la calle. Lo que más teme de la calle es que los policías lo agarren y lo lleven a la cárcel, no tiene un solo papel de identificación, como un equis equis podría ser enterrado de morir en la calle. Le hace falta estar con Dios, porque Dios me ha ayudado. Me falta todo, señala César.


Si se le pide a César describir con una palabra la vida de la calle, responde al instante, casi instintivo: v-i-o-l-e-n-c-i-a. Hay mucha agresión física y verbal. Una vez, por culpa de un don, le dieron un cuchillazo en el rostro, él sólo le tiró una piedra a la cabeza. Pero no es que él sea violento, sólo se altera demasiado, y después le pide perdón a Dios, porque sabe que eso no es bueno. Otras veces le ha pegado a otros chavos de otros grupos. Por ahora ha estado sin pleitos, porque César sabe que en esta vida todo se paga, hasta la violencia con violencia.


Cuando regresa a casa, juega con sus amigos de la colonia un poco de fútbol, hacen quinielas sobre quién ganará el partido. Cuando era pequeño no le gustaba tanto el fútbol, era más hacia los carritos. Pero su verdadera pasión son las motos, desde que su padrastro le prestó una, o como cuando en la Fundación Castillo le prestaron una bicicleta y cayó. Desde entonces me gustan las dos llantas.


Él sabe que todos los jóvenes y niños de la calle huyen de sus casas por las amenazas que reciben, otros porque les pegan mucho. En el caso de las mujeres, a la mayoría las viola su padrastro. César recuerda cuando tuvo una compañera. Tenían sexo en la calle, o cuando podía buscaban un motel donde no hiciera frío, pero para pagarlo debían robar antes. Todos sus amigos piden o roban, para comprar drogas porque no se aguantan.

Hoy sí


Hoy sí le juro que le voy
a hacer lo mismo, para que
entienda de una buena vez
por todas. Sí, lo voy a hacer,
sí, sólo así entenderá por
siempre. - Bocatorcida.

¿Por qué?


Incertidumbre

¿Por qué?

Duda

¿Por qué?

Para probarme algo

¿Por qué?

Porque quise

¿Por qué?

Porque sí

¿Por qué?

Porque así es la vida

¿Por qué?

Porque ya nadie cree en él

¿Por qué?

Porque lo hemos olvidado

¿Y ahora?

No.

Casualidad de transistores


a Paola
...
(8) I walk a lonely road
The only one that I have ever known
Don't know where it goes
But it's home to me and I walk alone

I walk this empty street
On the Boulevard of Broken Dreams
Where the city sleeps
and I'm the only one and I walk alone

I walk alone
I walk alone

I walk alone
I walk a...

My shadow's the only one that walks beside me
My shallow heart's the only thing that's beating
Sometimes I wish someone out there will find me
'Til then I walk alone

Ah-ah, Ah-ah, Ah-ah, Aaah-ah,
Ah-ah, Ah-ah, Ah-ah

I'm walking down the line
That divides me somewhere in my mind
On the border line
Of the edge and where I walk alone

Read between the lines
What's fucked up and everything's alright
Check my vital signs
To know I'm still alive and I walk alone

I walk alone
I walk alone

I walk alone
I walk a...

My shadow's the only one that walks beside me
My shallow heart's the only thing that's beating
Sometimes I wish someone out there will find me
'Til then I walk alone

Ah-ah, Ah-ah, Ah-ah, Aaah-ah
Ah-ah, Ah-ah

I walk alone
I walk a...

I walk this empty street
On the Boulevard of Broken Dreams
Where the city sleeps
And I'm the only one and I walk a...

My shadow's the only one that walks beside me
My shallow heart's the only thing that's beating
Sometimes I wish someone out there will find me
'Til then I walk alone... (8)

Ana se acababa de levantar, pero ella sabía que
esa no era su primera elección, en todo caso se
hubiera ido por algo así como Dream on, de
Depeche Mode. En fin, tenía que ir hacia el baño,
tomó una toalla y pisando las losas frías salió de
su cuarto.

octubre


cielos despejados
soles lejanos
nubes expósitas
dolores de siempre

solo quiero


que pare
para siempre
que se detenga
que deje de doler
que ya no siga
ya
le ruego que por favor
no siga, no siga

Lo impostergable


Es un eterno debate... porque no quiero darle la oportunidad de ver lo que solo ella sabe ver, ese análisis certero que inspecciona con minuciosidad lo que me pasa por la mente. Pero tengo que reunirme, inevitablemente lo que he postergado por tanto se ha vuelto improcrastinable a tal punto, en que tendré que averiguar su número, llamarla, y con engaños decirle que debo verla, por aquello de los viejos tiempos. Dos almas heridas deben reconocerse en el único espejo que tienen para sí, ese vacío inmenso con que deja marcado su camino el pasado del otro... a veces, pasando sin ropa frente a la ventana, veo una espalda que no reconozco, y recuerdo una cicatriz que tuvo sentido.
-Notita debajo de la almohada de J. (14/11/06).

De quién son...?


¿Dónde está el vinil de Ch-ch?
Mañana J. habría de ir a buscarlo,
luego de un año había localizado el
vinil que Ana alguna vez le comentó
que le hubiera gustado tener siempre.

Aquella vez


Mi venganza


¡No quiero invocarte!

por aquello de que un

lejano viento del pasado

te arrastre a mis caminos.


Apenas queda algo en ti

que reconozco a lo lejos;

no sé si sea algún desierto,

una montaña, una ola apenas.


Tu recuerdo


Las briznas soplaron con fuerza,

mis poros absorbieron toda el agua.

El espejo celeste se inquietó en vibraciones.

Y de pronto, sin previo aviso, un cataclismo cósmico.

Una fuerza demoledora digna de los dioses golpeó mi alma…

sin desearlo, todos los electrones del Universo se detuvieron por un instante

hasta que nuestros corazones dieron el primer latido, portento del resto de nuestro destino.

Derrotero


¿Y qué sabe usted de los caminos del derrotero pues Julio?

Apenas y si lo imagina. Pierda, sí, pierda hasta el fondo,

viértalo todo, desfallezca en un desaforado intento por tomar

una pizca de lo que nunca le perteneció. Engáñese y siga,

aún, más allá, para que cuando tenga la pistola entre sus

manos decida, sin apuntar, lanzar el disparo. No se me

amedrente muchacho, que se le ve lo fiero en el rostro, pero

con eso no alcanza. Usted tiene que ir lejísimos, hasta donde

la sangre entera de su cuerpo le permita comprar un pasaje.

Y disculpe usted que se lo diga yo, pero vaya si no sabré

que esa mujer, que Ana, como todas, vemos en usted la

derrota.

Aracely se había confundido pensó Julio, que no era Julio,

sino que era Jota. O a lo mejor Aracely hablaba sola, hacia

uno de sus recuerdos, de aquellos de su juventud.

Contigo


De L.C.
Para M.A.A.C.
¿Mi tierra?
Mi tierra eres tú.
¿Mi gente?
Mi gente eres tú.
El destierro y la muerte
para mi están adonde
no estés tú.
¿Y mi vida?
Dime, mi vida,
¿qué es, si no eres tú?

Un cigarrito


Satanás enciende el cigarro
y Dios se lo fuma rápidamente.
Las colillas se van,
por la alcantarilla de la avenida…
como almas en pena.

Hola


De M.J.A.
Para M.A.A.C.
Tú, que vienes caminando
desde el fondo de mi vida;
que traes como bandera
la música de tu risa;
tú que en tus ojos escondes
lo que mi alma necesita;
tú, que en mi pecho has vivido
por años como dormida
y hoy me despiertas de golpe
hasta que no da cabida
mi pequeño corazón
para esta explosión de dicha.
Eres el río al que quise
ponerle diques un día.
Hoy que subió tu corriente
ya no hay diques que resistan.
En la casa de mi pecho,
en mi sueño y mi vigilia,
en las calles de mis manos,
en la ciudad de mis días,
en la patria de mis pasos
y en el país de mi vida
ven, entra y manda: es tu reino,
tu victoria, tu conquista.

La infinita avenida


Todos los días mi camino
se entrecruza con el hotel.
Lo veo de reojo, a veces,
y con algo de miedo y rabia.
Sus paredes blancas que
guardan secretos desconocidos,
la mentira, el engaño, la traición.
Quiero quedar ciego, sordo, con
tal de no saber de su existencia.
Quiero huir lo más lejos posible
de ese contrapunto de mi vida,
un símbolo de las tinieblas, de
ese lado de mí que no soporto.
Todos los días me lamento
haber pronunciado el nombre
de ese hotel, de esa puerta y de
esa justificación para mis demonios.
Imagino cómo un agujero enorme
se traga la cuadra entera y ese
hotelito de terrazas y pérgolas.
Todos los días deseo tener la
capacidad para demoler esa prisión,
mi Chateau d'If personalísimo.
Sus habitaciones encierran seres
oscuros, sangrantes, hidrópicos.
Quién sabe, quizás algún día me
detenga, rente una pieza y
de un disparo mate mis más
aterradoras sospechas.

Bocatorcida


-a José Enrique Rivera Lemus.

¿y si el sistema falla?
todo se viene a la mierda,
dijo el bocatorcida. sus
cachetes desinflados hacían
contraste con su panza caída.
pues dios quiera que falle, le
dije con un cacho de miedo.
naaah, qué putas, no se puede.
dio un chupón al cigarro de
marihuana, casi se podía ver
en sus ojos tristes un par de
tortillas flácidas, mientras, la
mota le sedaba. pobre bocatorcida,
pensé, lo perdió todo menos su
sonrisa de idiota y el sistema sigue
en pie. pobre hijueputa.

Cada vez más solos


Creo que todos nosotros debemos repensar lo que estamos haciendo. Bien está que nos divirtamos, que vayamos a la playa, a la fiesta, al fútbol, que esta vida son dos dias, y quién venga detrás que cierre la puerta. Pero si no nos decidimos a mirar el mundo gravemente, con ojos severos y evaluadores, lo más seguro es que nos quede un día solo por vivir, lo más cierto es que dejaremos la puerta abierta a un vacío infinito de muerte, oscuridad y fracaso. -Saramago, fallecido hoy.


Carpeta negra


La carpeta negra se cayó de la librera.
La abrí con miedo, creyendo haberla destruido en un arranque de locura hace años.
Ahí estaba, una serie de recuerdos enmarcados. Un archivo de momentos.
Cada uno un instante demasiado específico como para olvidarlo.
La envuelvo en miles de papeles, hojas rotas.
Me dirijo al correo y te la mando, para que te atores de recuerdos que nunca existieron, quizá lo hayamos imaginado todo. No vale la pena decir nada.

P.D.: Quiero mi libro de vuelta, solamente para recordar cómo hemos olvidado.

Conversaciones ajenas


227 veces
2,500 líneas
784 traiciones

Vivo con dos personas.
Odio ambas.
Me engañan.
Quisiera matarlas.
En serio.

La verdad es


que ya lo sé

que no tienes que callar

que no tienes que mentir

que no tienes que engañar

que no tienes que fingir

basta con lo que sé de eso

basta con lo que he elegido saber de él,

basta con que yo pretenda que nada pasa

basta con que yo repita y repita y repita y repita

como clavos oxidados entre huesos y carne

que las cosas son diferentes.

Qué cosas

qué martirio

qué infierno

qué calvario

camino al gólgota.

Las voces, el ruido

las tinieblas me quieren.

La verdad es

que yo ya la sé.

La verdad es

que yo elegí ese monte.

La verdad es

que basta si regresas.

La verdad es

que puedo tolerarlo.

La verdad es

que me corresponde vivirlo, por los dos, por los tres, por él, por mi cruz, por tu cruz, por la cruz de él.

La verdad es

que camino al gólgota porque puedo.

La verdad es

que muero, por los dos, por los tres, por él, por mi cruz, por tu cruz, por la cruz de él.

La verdad es

que no necesitas decirlo.

La verdad es

que camino al gólgota, ardiendo, dentro, un infierno detrás de mis huellas, me reniego, su recuerdo, olvido perenne y la marcha sigue.

La verdad es

que ya no existo: un crudo resto de lo que la humanidad fue, de lo que quisiste hacer de mí, dejar de mí.

La verdad es

mentira y paradoja, imposible que sea cierto.

Cuentera


Había una vez alguien que dormía demasiado por la mañana, pero demasiado. Y ocasionalmente, por no decir la verdad, recibía llamadas a tempranas horas. Pero en teoría, ella debía estar despierta. Así que esperaba unos cuantos repiques del teléfono, pretendía tirar la pereza con las sábanas al suelo y contestaba: (con voz un poco ronca, ya se sabe que a esas horas de la madrugada, la laringe se encuentra adormecida) Aaalóóóóó... ¿Qué pasó? Claro, sus interlocutores caían en la trampa. Ella delimitaba la llamada a respuestas dicotómicas, y cuando eso no funcionaba, cortaba la llamada o aseguraba que un suceso sin precedentes se acababa de dar en su oficina (que no era más que su cuarto, para los incautos), gritaba algo de un tal Nacho, como si algún albañil (Nacho parecía apodo para un albañil) hubiera orinado las macetas donde construye una pérgola, y con aquello de que me tengo que ir, yo le devuelvo la llamada al ratito, colgaba el teléfono (bueno, ya no colgar, con los celulares y eso, colgar un teléfono quedó en el pasado) y regresaba a su profundo sueño, esperando de nuevo el repique del teléfono.

I'm mad as Hell


- Punks are running wild.


Rocky!!!!


- That's how winning is done.


God likes to watch


- He is a prankster.


V


-I'm merely remarking upon the paradox
of askin a masked man who he is.


Does he look like a bitch?


-I dare you, I doble dare you mother fucker.


Las luces


¿Estás ahí?
Te pregunto porque soñé tu venganza.
Fue terrible, fue hermoso.
El fuego, mis cenizas.
Barriste con todo.
La Luna se comía el Sol.
Todo perecía.
Los fantasmas se apoderaban.
Sé que estás leyendo.
Porque en secreto yo te he leído.
Patadas de cielo, caída de montañas, escupida de mares, el viento...
EV Lacertae se contrajo, unos segundos, el espacio en calma.
Casio Castillo supo que Sofía no llegaría, lo sabía.
Sofía tuvo miedo, es decir, pánico, no, lástima.
El cúmulo de quásares se expandió.
Componentes cósmicos viajaron a tres por diez a la ocho metros sobre un segundo.
Casio suspiró Sofía.
Sofía gritó Casio.
Las Tinieblas se disiparon.
Un cajero se arruinaba. Un niño lloraba. Un perro mordía con frenesí la tierra.

Jijijijijejejojojujujajuja


Project Mayhem (C.)

-If you don't claim your humanity,
you will be working at a callcenter.

Rules
1) You don't ask questions.
2) You don't ask questions.
3) No excuses.
4) No lies.
5) You have to trust J.

Conversaciones estúpidas


¿Y qué te dieron de postre? pregunta el idiota.
A mí me sirvieron gelatina con papaya le repite la mujer guapa.
Qué suerte la tuya, a mí me dieron unas ciruelas ácidas responde el idiota con amargura en la boca.

A María (2)


-It took time and then I found you, Interpol.

Ella está ahí sentada, sin notarlo. Y yo ya lo sé. Todos los días, todo el tiempo. Ella sigue ahí sentada y aún lo recuerdo. Ella, de labios escapistas, de caderas amplias, de busto sereno, de cabellera larga y enredada. Ella de las manos que acarician, que imprecan, que invaden. Ella está ahí sentada, a pocos metros. Yo lo sé. Me levanto y la beso, recuerdo tan fácil todos aquellos días, aquel pasado que volverá, aquella promesa que le hice. Sabe a coco y azúcar de mi tierra, sabe a un pequeño momento de gloria. Ella está ahí, sentada. Yo, lo sé. Nuestras miradas, profundos abismos, juegan, se atrapan. Nos mordemos con fuerza, hasta que bermeja sangre brota y confluyen en ambos todos los paladares combinados, todas nuestras desdichas. Ella, tan linda siempre, tan hermosa, ahí sentada y aún no encuentro cómo decirle que yo ya lo sé. Con qué palabras decirle que yo ya lo sé. Quizá yo pueda susurrarle al oído, todo lo que sé. Quizá ella me escuche, sí lo hará, o no. Ella está acostada, aquí, pegados nuestros cuerpos. La veo por el rabillo del ojo. Su belleza, su feminidad, su fuerza. Suspira. Me ve. Ünas diéresis se me escapan mientras beso sus ojos cerrados. Ella me abraza y yo ya lo sé. La cama se prepara y nuestras vidas, precisas, dobles dodecaedros (infinitos hexagonales: tres, seis, dieciocho) se prolongan en el tiempo, la verdad rompe nuestros espejos. Algo muere, queda, restos desperdigados, cadáveres de infelices que no soportaron ver, un par de líneas, para ellos, por ilusos, como yo. La noche. Su respiración sobre mi pecho. El viento se lleva lo que acontece, poco a poco, se lleva lo que acontece. Interpol se lleva los segundos en el aire.

Silencio


Total no pasa nada...
nada
rien
las piedras no rebotan sobre el espejo de agua
quizá Lida Sal no se haya equivocado
ni mis gritos se escuchan
nada
sólo el dolor de la gran incertidumbre
y nada
nada

Los meses, esos meses apenas


Sé muy bien lo que quiero. Estoy cansado de tildar las palabras. Nunca lei por completo un blog, jamas, hast ahoy. Ni siquiera mis blogs. Fue el recorrido mas doloroso que he tenido frente a un monitor. Todos me siguen hablando, me preguntan, inquisidores de mis mentiras, de mis engaños. Me arrepiento, si, unos meses de regreso (abril,marzo,febrero,enero,diciembre,noviembre,,,,,, mi fatal error en todos, mi terrible arrepentimiento de haber huido, cobarde, me odio), todo en bajada hacia el decimo circulo, ese designado para mi. como no me percate antes de quë pasarïa todas las adevertenciäs me lo estábán dicíéndó como si nada y yo puro pendejo, pensando en los bastardos azules. En fin, hay algo, queda una leve esperanza. Una estrella fugaz pendiente de cumplir sus deseos, que ahora son tanto mios como fueron suyos. Dejo al azar del cosmos mi destino, o salgo y fumo y tomo y me drogo con todo lo que pueda en horas y luego me reviento los sesos, a fuera de cuentos que la gravedad valdrá todo lo que esté por venir.

P.D.: Pobre hombre, ¿qué fuerza tiene contra el destino, las estrellas y el universo?

No permitás que el fuego te queme Ana, yo te quiero


¿Por qué se tortura de esa manera Ana? Es que no sea estúpida. Por la gran puta, quiérase aunque sea un poco. Yo sé que cuesta. Yo sé lo que cuesta. Es difícil. Pero ya, es momento de que salga de eso sí, ojalá y siga adelante. Es que una segunda vez increíble, pienso lo mismo todos los días, una segunda vez, una segunda vez pasar por esto, sólo que un poco más torturante, un poco más doloroso, un poco más apasionado, un poco más intenso, un poco más mortal. Algo que usted tiene que entender Ana es que usted podrá hacer mil cosas, y él estar ahí, presente, dándole pequeñas muestras de afecto creo que soy muy conformista, para mí son tremendas grandezas y usted se cree que todo va a cambiar no creo que las cosas cambien, yo sé que no van a cambiar, el destino ya me tocó y sólo le sigo robando minutos al tiempo pero no, él no quiere estar ahí como usted piensa, él la quiere mucho, seguramente, pero no de esa manera. Es que me enoja tanto, le digo las cosas y a usted ni le entran qué me va a entrar algo que ya tengo dentro de mí, no es así, yo lo sé también, es sólo que no quiero decir que no, no quiero tomar esa decisión, no aguantaría otro proceso como ese. Piense Ana, de veras, él le da lo mismo que usted da… no lo hace, porque no quiere. La otra es la que le da todo lo que usted no le da, TODO no diga eso por favor, es como recibir una patada al hígado, no diga eso, no quiero saberlo, no quiero pensarlo, ya hágase sho Luis y eso es lo peor, que usted está ahí con cara de idiota esperando no sé qué de él. Si él quisiera ya estaría ahí y lo sabe, es que lo sabe lo sé, lo sé pero ya no pues, es que no soporto verla así, muriéndose, dejándose morir porque sé que no está usted bien, se le nota, deje de mentir, deje de engañarse, de engañarlo, usted está comiendo mierda horrible, mucho peor que la primera vez. Y sabe qué… lo peor es eso, que a él le pela, que él tampoco quiere ver que la está matando cada día sería demasiado para él, no quiero ponerlo mal, no quiero obligarlo a ver que me está destruyendo. Es que no entiendo de verdad Ana, usted es una buena persona, una de las mejores que yo he conocido, y no es justo que esté así otra vez porque quiere, porque tiene miedo no tengo miedo, tengo maldito terror. Luis porque no sabe… que quizá no tenga oportunidad de sentir un verdadero amor, uno real, no sólo el que yo he sentido, sino que se sienta en mí, y sólo pienso en el tiempo que falta, en el que he alargado momentáneamente para que él no piense en el tiempo, para que él no sienta que me estoy muriendo, que cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo se me van entre los dedos porque usted, que muy lista, que muy inteligente, y ande así por alguien que no vale la pena, es que no lo vale Ana, MÍRESE CÓMO ESTÁ, sólo mire cómo está usted de mal, es que ni siquiera la vez anterior estaba usted así, porque esta vez sigue ahí, lastimándose tanto, sin esperanza alguna, es que no sea estúpida, olvídese de eso del amor, piense en usted pienso en eso todo el tiempo, eso sí, todos los días me levanto, tomo cerveza y como pan, me levanto y tomo cerveza y como pan, voy a mi cama y sostengo el revólver, lo acaricio todos los días, pensando en que estaría mejor muerta, seguramente estaría mejor muerta, me calma un poco pensar en la paz de morir, un disparo al corazón, para hacerlo bien, para acabar con este dolor, para acabar con estas ganas de morirme, porque ya no puedo seguir y tome una decisión, mándelo a la mierda, y luego qué, meses y meses de severa depresión, meses y meses de borrar mi memoria, meses y meses de no querer nada en esta vida, meses y meses para ser ese remedo de mujer que tanto detesto, para ser ese trozo vacío de mierda es que no es justo con usted Ana, usted se merece lo mejor del mundo, y ese cerote es una mierda que se aprovecha de usted, que le juega la mente con ideas, usted Ana me lo ha dicho, que él le hace creer que es usted la mala, que es usted la equivocada y que es usted la ilusa sí, me lo ha advertido, él me ha dicho esas cosas y entonces usted se siente más culpable todavía, mire cómo la pone él, haciéndole creer que es usted la mala, que él es el bueno y que no tiene escapatoria porque así es la vida, es que mándelo a la mierda ya Ana, no permita que se limpien el culo con usted mientras anda con la otra, sólo imagine un momento, él se va con ella, sale con ella, hace las cosas que usted se muere por hacer con ella no diga eso Luis, no me diga eso que no lo soporto, prefiero olvidar, hacerme la loca, con tal de no pensar en eso, y usted pura pendeja esperándolo, viendo cómo se acaba su vida por culpa de él, por culpa de él y sí que se acabará, me acabaré sin él, sin su amor, sin sus besos, sin todo aquello que yo le pido a escondidas con los ojos, esperando que no me descubra porque si no me regaña, me dice que soy una tonta, que no lo haga es que él la va a pagar caro Ana, ya le digo, él va a tener que sufrir tanto por ser tan maldito con usted, es que no lo soporto ya, es mucho peor que antes, las cosas que le ha hecho, imagine, nadie soporta esa clase de castigo, nadie soporta esa clase de dolor yo sí, no me queda más que aguantarme y morir o mañana o en unos meses y morirme así, devastada porque ni siquiera hizo el intento de quererme, qué horrible NADIE Ana, nadie lo hace…

Falso cognado


Ya casi amanecía. Ana continúa despierta, pero recostada, viendo el techo.

¿Por qué el tribadismo le resultaba tan atractivo?

Es decir, eso de hacer la

tijera cortando papel bond,

qué delicia para el oído

el roce del filo frente a

las fibras más carnosas

de su cuerpo vibrando y expandiéndose en grandes

reverberaciones pleonásmicas de aquel tratado sobre la mutilación genital,

el dolor aunado a los placeres de desprenderse de sí misma en una serie de convulsiones autómatas.

El tiempo mató su orgasmo en un aullido lastimero tapado con las sábanas; su mano reposa entre sus piernas, empapadas. Aún podía reconocer el dolor que le había dejado aquella... algo que no sabía si encontraría de nuevo. Más razones para pedir al boticario…

Albahaca


La galera huele a hierbas y Ana aún sigue tendida en la cama.
Le cuesta registrar ese aroma. Cada vez que lo huele debe
detenerse entre cinco y ocho segundos para reconocerlo.
Albahaca... ella recuerda de pronto los amplios dedos de él
entre su pecho, surcando lunares universales, cósmicos.
Los besos más deliciosos y luego el olvido forzado, la misma
negación de Ana para Ana. Juegos de niños... ella lo sabe.

Gritaba para dormir


Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no Ya no...
... millones de mariposas monarca salieron a su encuentro, seguras de que lograrían levantar el cuerpo de Ana. Corrió hacia el final, con aquella desesperación del que se sabe no podrá salirse con la suya. No esta vez Ana. La explosión de aleteos hirió sus tímpanos y se sintió abandonada. Miles de millones de patitas se pegaron a su piel, la ligereza se filtraba por sus pies. Revoloteo de naranjas en el aire. Una antorcha incendiada en lo alto se elevaba entre el bosque oscuro. Sintió su alma consumida, lloró néctar y una a una las lepidópteras se fueron desprendiendo. Quedó de Ana el recuerdo de un viaje que nunca hizo. Despertó. Sus lágrimas habían inundado las almohadas. Se levantó a recoger los chayes de su alma. La penumbra aún dominaba. Sentada al borde de la cama lloró un poco más, apretaba con fuerza sus pequeños pechos blancos. La quijada tensa. Por un momento creyó que el dolor la mataría. Pero no, ya no sabría vivir. Solamente le quedaba el vestigio, un capullo vacío, de lo que quiso ser su esperanza.

Alguna vez


Hoy fui a visitar a mi abuelo. Su lápida sigue inerte y pálida bajo el sol de abril. No recordaba que ya se habían ido tantos años. Me incliné y coloqué esas florecitas moradas de muerto. Encendí un cigarro y lo dejé entre la tierra, sembrado. Di un largo trago al octavo que pasé comprando en la tienda de afuera. El humo subió arrastrándose por mi cuerpo. La sensación de que se había terminado todo me inundó de pronto. Ahora que en verdad no tengo a quién contarle mis… he decidido usar este blog como una especie de eco. Quiero verme ante un espejo y gritarle, esperando que me responda alguien del otro lado. No tiene sentido que nadie lo lea. ¿Cómo escribir para ciegos? Entonces me queda esto. Un componente cataclísmico en mi interior. Nadie sabrá lo que pasó. Los restos se quedaron desperdigados en las caricias que le hice. Ahora tomo una decisión, y aunque eso siempre es difícil, decido que sea absoluta. Cada vez me rindo más rápidamente ante el hecho de que este mundo ha perdido el encanto que le conocí de niño. Seguramente moriremos preguntándonos aún qué fue de nosotros.
Me regresé a la ciudad escuchando a Stravinski, a veces me reconforta pensar que no fui el único pendejo que se quedó mirando cómo el mundo se iba a la mierda, impotente de que no creyeran que el amor alguna vez existió.

A la verga


Mero tarde caí en la cuenta. A la verga
con todos los blogs, a la verga con todos
sus autores, a la verga con esa asquerosa
batalla de egos repugnantes. A la verga...
A la verga yo. Cierro el blog porque estoy
a verga. A la verga mi ego y a la verga el
mundo. Nada de intenciones discretas,
si las cosas no se pueden decir si quiera,
¿para qué escribirlas? Y lo que en verdad
pienso es que todo a la reverga. Mejor me
desdoblo en lo que quisiera ser, y no en la
basura trepidante que en realidad soy. A
la verga con el mundo, trampa al ojo.

Funeral





Solo escucho,
mis gritos y el aire.
Aún te busco,
entre las venas reventadas que quedaron de mi cuerpo.
Ana, ¿dónde estás Ana?
¿Qué has estado haciendo?
Si supieras
que te busco.
Ana, por favor,
responde.
Ana, no te vayas,
no digas.
Ana, no me niegues.
Ana, témeme, Ana,
tu recuerdo, Ana,
sin gloria.
¿Cuál será mi castigo?
¿Qué Dios he desdeñado?
¿Quién me perdonará, Ana?
¿A dónde irás, Ana?
Qué lejos ya Ana.
No huyas Ana. Ana,
con miedo. Ana
disoluble. Ana,
poluta. Ana,
nuestros demonios.
Ana, no me niegues.
Ana, témeme, Ana,
tu recuerdo, Ana,
sin gloria. Yo sin Ana,
escuchando gritos,
y el aire.


Semana Mayor chapina.

La botella en el mar


"El blog. Las anotaciones diarias de mi bitácora, que lanzo todos los días dentro de la botella, son una escritura compartida. En este nuevo espacio que creo cada vez bajo mis dedos, las viejas teclas haciendo su oficio de siempre, las palabras entran en un nuevo espacio dialéctico donde toda frase gana la posibilidad de tener una respuesta y cada afirmación puede ser de inmediato desafiada. La palabra viene a situarse en ese territorio precario en el que quien escribe puede ser corregido en sus juicios, puede enmendar sus opiniones, o refutar a quienes le refutan.

Voltaire hubiera estado encantado con semejante posibilidad de generar un espacio crítico múltiple semejante, que es lo que es el blog para mí. La botella que se va en la corriente ignorada llevando el mensaje, y puede regresar a mis manos".

Sergio Ramírez

Atlanta, marzo 2010

I just fucking love you Lady Gaga


TELEPHONE, LADY GAGA ft. BEYONCÉ

– I told you, she didn't have a dick...
– Too bad...

ME CAGUÉ DE LA RISA EN EL MINUTO 1:09-1:11



P.D.: Puedo ser como Lady Gaga en mi iPhone, con la app "Be Lady Gaga", LMFAO!!! Esto sólo es mejor y mejor.

La alarma


La alarma truena desde el reloj despertador que me había regalado mi madre. Siempre me dijeron que ella había muerto desde que yo era muy niño. Me fui llevando la vida así, sabiendo que yo no tenía madre. No necesité particularmente de una figura femenina que me cuidara en algún punto específico de mi vida. Así hasta los treinta y siete años, cuando encontré una caja con mi nombre escrito en grande sobre la tapa, frente a mi puerta. Yo nunca recibo correspondencia, solamente la envío. Por un momento creí que era una broma o que había ganado alguna especie de premio, y que la señorita Pivaral la había dejado ahí, esperándome en la noche, pero luego pensé en mi situación y no creo que merezca ganar algo. Dentro de la caja había un reloj despertador de números verdes luminosos, y una carta. Decía que Delia era mi madre, y que había muerto hace un mes y unos días. Delia, delia deliadelialia, ese nombre fue rebotando en mi cabeza. Creía tener mi vida resuelta, hasta ese momento. Todo cambió, o al menos intentó cambiar, por eso hoy me levanto más temprano. Ese día me tuve que sentar despacio en los sillones que dejan en la galera como recuerdo de mejores tiempos, cuando servían de testigos abiertos de una lucha de amor. Estrujé el papel viejo de opalina contra mis rodillas. Seguí leyendo con cuidado. Me habían mentido sobre mi madre. Mi viejo fue un resentido toda su vida de aquel amor que no logró retener, mi madre era una mujer que buscaba su libertad. Esto no lo pudo tolerar mi viejo y decidió matármela, a su único hijo decidió matarle la madre el muy infeliz de la memoria de infancia. La iban a velar en una funeraria cerca del Conservatorio de Música. Me levanté de esos sillones que todavía permanecen esta madrugada inmóviles y entré a mi cuarto. Me cambié esa noche y usé el único traje negro que tenía, la cita fue a las nueve de la noche de un febrero que ahora me cuesta recordar, por esas promesas que tomé a seguro. Agarré un ejemplar que recopilaba a los mejores cuentistas del siglo diecinueve y pasé a la sala donde estaban la señorita Pivaral, don José, Ana, otros cuyos nombres y rostros aún no logro memorizar, y el pendejo de Jota, cuyas introducciones vitales ha pasado dejando debajo de mi puerta esta madrugada. Don José, debo ir a un funeral por el Conservatorio, mi madre ha muerto, dije en medio de la sala de pisos lustradísimos y una mesa de cortar amplia donde solemos cenar los inquilinos. Don José arqueó sus pestañas y me dijo que creía que yo no tenía familia, lo mismo pensé yo, le respondí. Un silencio hizo ruido de pronto entre la cena de los inquilinos, todos se atragantaron la comida, la estufa perdió el gas y mi rostro se mantuvo impávido, seguramente todos reaccionan así a la muerte de una madre, pero cuando es la propia madre la que ha resucitado en un par de líneas para luego volver a morir más abajo, la situación se distorsiona un poco. Debe ser esa misma ausencia la que no me causa ninguna reacción ante la muerte de los demás. Siempre creí que mi muerte sería el fin del mundo, pero esta madrugada...

Debía alejarme con cuidado, sabía que todos comenzarían a cuchichear sobre mi madre, a quien ni yo conocía. Esa noche de febrero tenía una atmósfera turbulenta, aunque los carros no pasaban con tanta frecuencia como esta madrugada en que recuerdo aquella turbulenta noche de febrero. Subí por la segunda calle hasta llegar a La Recolección, unas cuantas luces adornaban el parque frente a la construcción. Un par de cuadras más y llegué a la funeraria. Había carros parqueados en sendos lados de la calle, algunos señores fumando y otros con cara de estar perdidos en la entrada. Los pocos faroles iluminaban la calle, predominaban más las sombras que cualquier expresión de luz. Apreté el nudo windsor de la corbata con fuerza; fue lo único que aprendí de mi viejo. Graditas de mármol verde pulido por el uso y el tiempo se alargaban desde la acera hacia el pasillo de la funeraria. Cada cámara tenía un ataúd y gente a su alrededor viendo la madera brillar bajo las candelas y cirios que encendían luego de que el viento los apagara cada tres minutos. Negro. Fui al fondo, donde un letrero blanco con letras negras sobre una bóveda de medio punto rezaba el nombre de Delia M. No había nadie, por lo que supuse que mi madre fue quien me envió la caja con la carta y el reloj despertador. Aunque no era ella quien había escrito la carta… Una caja de pino blanco estaba en el centro con dos rosas sobre ella. Me senté a la cabeza del féretro y tomé el libro de cuentos. El metal del asiento frío me acarició las piernas. Comencé a leerle en voz baja cuentos a mi madre. Las letras sobre el papel me transmitían la confianza que necesitaba, era la primera vez que estaba en una misma sala junto a un muerto del que aparentemente había nacido. Quizá hubiera sido más adecuado leer algo moralista.

Al rato llegaron la señorita Pivaral y don José. No los vi, sólo supe que habían llegado, pero no quería escuchar su pésame o su lo siento mucho. Ni siquiera yo sabía qué sentir, mejor me inserté más en las páginas de mi libro. Amaneció, aún me faltaban unas hojas de ese libro que nunca más volví a tocar. Unos hombres de barba crecida entraron al recinto, se persignaron y se llevaron el ataúd. Otra vez perdí a mi madre sin saber por qué. Quizá vuelva a encontrarla otro día, con otra caja y una carta frente a mi puerta. Es por eso que hoy me levanto más temprano que de costumbre. En lo que recordaba tanta cosa ya logré cambiarme, sigue siendo de madrugada. Otra vez el mismo traje negro. Me acerco a la puerta de mi cuarto y salgo a la galera, veo todas las puertas cerradas y la luna opaca queriendo atravesar las láminas derruidas. Detrás de mí las introducciones comienzan a irse con el viento que atraviesa la galera. Me da la sensación de que me están observando, pero no puedo asegurarlo, se me escapan sus miradas. La señorita Pivaral se ha encargado de sembrar geranios alrededor de la fuente. Sacudo con cuidado la bolsa derecha del pantalón para saber si las llaves van ahí, el tintineo me relaja. Voy al portón corinto y salgo sin pensarlo dos veces, por ser la hora que es, estoy seguro que nadie estará afuera para verme salir. Me gusta esta hora, la calle es para el que camina. Sus aromas y sonidos me envuelven y me siento solo, seguro, la única hora del día en calma en este país de mierda. Los agapantos del ventanal de una casa me recuerdan a María. No soporto mis pisadas. Es más difícil seguir.

Alberto se enfurece un poco, lo que menos quiere es pensar en ella en este momento, aún no es hora. Piensa que está soñando, ella que siempre sueña, y él despierto en la misma ciudad de calles amontonadas donde se ve a los muertos cargar bultos, en las terrazas, en las vigas, hasta en las procesiones de violetas y blancos grises. Alberto ya no está pensando, quiere que su mente esté en blanco para hacer su corto recorrido. Por eso me deja escribir lo que pasa, para que alguien vaya contando cómo se mueve sin pensar. Él sólo sabe que lleva las llaves, pero también carga entre las bolsas del saco el libro de los cuentos y algunos papeles de esos que todos tienen que llenar de manera que el mundo sepa que se existe a fin de cuentas. Sus pasos crean grandes disonancias en su mente, no quiere pensar, pero cada martillazo de madera contra el asfalto le asusta. Alberto sabe bien que a esa hora en que salió no hay nadie, y aún así tiene miedo, un hombre solo que le teme a los demás. No sé en qué va a terminar esto. Pero Alberto ha llegado al puente El Incienso. A saber por qué eligió un sitio como ese, con tanto suicida de ahora. Pero no importa el lugar, ni el momento, importa lo que Alberto quiere, ya debo salir.

Esa María, quién hubiera imaginado, fue mucho más de lo que yo pensaba. De saber que la conocería así, de esa forma tan… quizá lo hubiera hecho con muchas más ganas, o no hubiera permitido que las cosas acabaran así. Era imposible saberlo, yo a ella la miraba y no podía creer lo perfecta que era, pero debido a esa perfección, le era imposible amarme. Ella en su mundo de lógica y sagaz razonamiento, no daba cabida a algo como el amor. A veces creo que le resultaba detestable, o quizá tenía miedo y no sabía cómo acercárseme. Eso es lo que quiero creer. La verdad quizá esté más lejos de la realidad que he decidido inventarme. El dolor siempre fue demasiado y de esta manera es como he logrado soportarlo. En algún punto podría asegurar que María casi me quiso, aunque de eso no sé nada. Realmente no quiero verlo. No entendía cómo esas caricias no podían estar más que basadas en el placer. Sus miradas, todo. Sí hay una respuesta, es que la sé, pero no quiero aceptarla, me cuesta mucho trabajo admitirla. Es que además no concordaba con nuestra relación. No tenía sentido. Por eso estoy aquí tan de madrugada, para darle un sentido a esa utopía que me había construido para evitar volverme loco.

Mi gabardina negra flota bajo el viento, y la Luna es mi única compañía, la niebla cubre el barranco hasta el fondo. Comienzo deshojando el libro de cuentos lanzando cada hoja, para olvidarme de aquel febrero, de estos días, de esta madrugada que seguramente aún guarda a María durmiendo. Yo estoy aquí, Alberto. Deshojando las hojas de cuentos. Hoy me voy a cambiar el nombre, voy a hacer cola en el registro, voy a intercambiar papeles con la señorita que atiende en la ventanilla número cuatro y voy a ser otra persona, sólo otro nombre más, un hombre más, que no soportó el dolor de su vida y que ha decidido cambiarse el nombre. Un cobarde. Sólo María me atormenta, sé que ella puede olvidarme fácilmente, pero no habrá nadie que la vea como Alberto, ese hombre que se va con las hojas de cuentos sobre el precipicio blanco y que ha muerto.

Aún no despierta


Haga silencio Aracely, aún no ha despertado. Seguro está esperando la alarma. No creo, podría jurar que está despierto, la alarma será ese primer pistoletazo que le permita salir. Ah, pues puede ser usté. Así es, apostaría a que así es. Además, que loquera Jota, estar aquí esperando a ver qué hace, ¿cree que haya leído la introducción que escribió? Sí, le deje varias copias debajo de la puerta. Debe estar enojado conmigo, siempre hago lo mismo, escribirle introducciones a la gente para que mañana se levanten sintiendo que los narran. Usted sí está loco Jota, no sé de dónde se saca esas cosas. Debe ser que alguien narra esto sobre nosotros...

Never gonna stop, give it up. Such a dirty mind


My Sharona - The Knack

Vanas esperanzas


Tengo que salir, aunque sé que ellos me esperan afuera, sentados sobre la banqueta, abrigados porque el frío los está matando en cada día. Me da miedo, bastante miedo. Pero tengo que salir, tengo cosas importantes que hacer y sus miradas me lo impiden. Los veo desde adentro, entre las cortinas de encaje que ha colgado la señorita Pivaral, y la ventana. Por eso salgo tan temprano, pero ayer perdí el tiempo. Ya están todos afuera. Mejor abro la puerta y salgo corriendo, sí, eso. Jalo el gancho metálico y el estruendo es enorme, seguro ya dirigen sus miradas hacía acá. Me aventuro de todas formas y corro, atravieso la calle y no me fijo en los carros, es una suerte que no me atropellen. Camino rápido, me queman la espalda y la sombra sus miradas, tropiezo torpe contra el aire. Cruzo la esquina y gracias a Dios una camioneta llega al instante, me trepo y me siento, el chofer hace el alto y desde mi asiento los veo por el rabillo del ojo, ya me les perdí de vista. Casi no lo logro. Mi nombre es Beto, y esta es mi vida, la que quiero contar ahora.

Dos fantasmas en la casa


Alberto es el hombre más solitario que he conocido. La única vez que le vi a alguien, fue en el velorio de su madre. Lo recuerdo ahí sentado junto al féretro de madera de pino, leyendo en voz baja poemas a su madre. Nunca más le conocí a alguien más, y mucho menos lo vi leer algún libro después. Alberto sale en las mañanas, a eso de las cinco, antes de que despunte el sol. Siempre me pregunto a dónde irá, qué hará con todo el día, lo veo regresar hasta las nueve de la noche, siempre tratando de sonreír, aunque debajo de esa mueca hay un hombre que sabe a carne propia el dolor puro. No sé cómo lo sé, pero Aracely se siente igual, ambos lo vemos y es como si un fantasma se paseara frente a nosotros, casi transparente. He hablado con él, en un par de ocasiones, y es una conversación tan trivial, como sacada a la fuerza. Comentarios recalentados sobre asesinatos y robos y violaciones y demás, eso de lo que está compuesto nuestro diario vivir aquí en este país. Me causa algo de nostalgia, casi empatía. Quizá se enamoró de una patoja y no ha logrado que ella lo vea con los mismos ojos, esos de amor que usted carga todo el tiempo, una esperanza apenas vana, me dice Aracely. Sí, a lo mejor y Beto también está enamorado, como dos fantasmas en la misma casa, pienso mientras sorbo el café lleno de chingaste, alguien rompió el filtro de la cafetera. Los Beatles suenan en la radio lejanos y agónicos.