Aquella vez


Mi venganza


¡No quiero invocarte!

por aquello de que un

lejano viento del pasado

te arrastre a mis caminos.


Apenas queda algo en ti

que reconozco a lo lejos;

no sé si sea algún desierto,

una montaña, una ola apenas.


Tu recuerdo


Las briznas soplaron con fuerza,

mis poros absorbieron toda el agua.

El espejo celeste se inquietó en vibraciones.

Y de pronto, sin previo aviso, un cataclismo cósmico.

Una fuerza demoledora digna de los dioses golpeó mi alma…

sin desearlo, todos los electrones del Universo se detuvieron por un instante

hasta que nuestros corazones dieron el primer latido, portento del resto de nuestro destino.

Derrotero


¿Y qué sabe usted de los caminos del derrotero pues Julio?

Apenas y si lo imagina. Pierda, sí, pierda hasta el fondo,

viértalo todo, desfallezca en un desaforado intento por tomar

una pizca de lo que nunca le perteneció. Engáñese y siga,

aún, más allá, para que cuando tenga la pistola entre sus

manos decida, sin apuntar, lanzar el disparo. No se me

amedrente muchacho, que se le ve lo fiero en el rostro, pero

con eso no alcanza. Usted tiene que ir lejísimos, hasta donde

la sangre entera de su cuerpo le permita comprar un pasaje.

Y disculpe usted que se lo diga yo, pero vaya si no sabré

que esa mujer, que Ana, como todas, vemos en usted la

derrota.

Aracely se había confundido pensó Julio, que no era Julio,

sino que era Jota. O a lo mejor Aracely hablaba sola, hacia

uno de sus recuerdos, de aquellos de su juventud.

Contigo


De L.C.
Para M.A.A.C.
¿Mi tierra?
Mi tierra eres tú.
¿Mi gente?
Mi gente eres tú.
El destierro y la muerte
para mi están adonde
no estés tú.
¿Y mi vida?
Dime, mi vida,
¿qué es, si no eres tú?

Un cigarrito


Satanás enciende el cigarro
y Dios se lo fuma rápidamente.
Las colillas se van,
por la alcantarilla de la avenida…
como almas en pena.

Hola


De M.J.A.
Para M.A.A.C.
Tú, que vienes caminando
desde el fondo de mi vida;
que traes como bandera
la música de tu risa;
tú que en tus ojos escondes
lo que mi alma necesita;
tú, que en mi pecho has vivido
por años como dormida
y hoy me despiertas de golpe
hasta que no da cabida
mi pequeño corazón
para esta explosión de dicha.
Eres el río al que quise
ponerle diques un día.
Hoy que subió tu corriente
ya no hay diques que resistan.
En la casa de mi pecho,
en mi sueño y mi vigilia,
en las calles de mis manos,
en la ciudad de mis días,
en la patria de mis pasos
y en el país de mi vida
ven, entra y manda: es tu reino,
tu victoria, tu conquista.

La infinita avenida


Todos los días mi camino
se entrecruza con el hotel.
Lo veo de reojo, a veces,
y con algo de miedo y rabia.
Sus paredes blancas que
guardan secretos desconocidos,
la mentira, el engaño, la traición.
Quiero quedar ciego, sordo, con
tal de no saber de su existencia.
Quiero huir lo más lejos posible
de ese contrapunto de mi vida,
un símbolo de las tinieblas, de
ese lado de mí que no soporto.
Todos los días me lamento
haber pronunciado el nombre
de ese hotel, de esa puerta y de
esa justificación para mis demonios.
Imagino cómo un agujero enorme
se traga la cuadra entera y ese
hotelito de terrazas y pérgolas.
Todos los días deseo tener la
capacidad para demoler esa prisión,
mi Chateau d'If personalísimo.
Sus habitaciones encierran seres
oscuros, sangrantes, hidrópicos.
Quién sabe, quizás algún día me
detenga, rente una pieza y
de un disparo mate mis más
aterradoras sospechas.

Bocatorcida


-a José Enrique Rivera Lemus.

¿y si el sistema falla?
todo se viene a la mierda,
dijo el bocatorcida. sus
cachetes desinflados hacían
contraste con su panza caída.
pues dios quiera que falle, le
dije con un cacho de miedo.
naaah, qué putas, no se puede.
dio un chupón al cigarro de
marihuana, casi se podía ver
en sus ojos tristes un par de
tortillas flácidas, mientras, la
mota le sedaba. pobre bocatorcida,
pensé, lo perdió todo menos su
sonrisa de idiota y el sistema sigue
en pie. pobre hijueputa.